Puerperio parece una palabra escondida, que sólo circula en la boca de quien la vivió, casi como un secreto susurrado a pocas personas. Sin embargo ‘Puerperium’ significa parto y de él se deriva ese periodo delicado para la mujer y el recién nacido que pasan por un estado de adaptación extrauterina. Eso que casi no se menciona es un lugar que todos los que aquí estamos tenemos en común, el nacer. Aquí el sentido de la palabra se extiende a lo largo de la etapa del primer trimestre de vida del recién nacido, y es pensado como un lugar de la primera infancia. El título del proyecto pretende enunciar una palabra ‘privada’ y colocarla como ‘pública’, porque no puede ser comprendida por un sector social aislado. Así surge el proyecto virtual compuesto por once artistas que reflexionan sobre arte, cuidado y maternidad.
Se buscó afirmar la multiplicidad de mujeres, saber que somos diferentes pero en algunos momentos tenemos cosas en común, la interseccionalidad de las vivencias.
Por medio de diferentes lenguajes y distintas aproximaciones, entrevistas, encuentros virtuales, se pretende comprender cómo el concepto de maternidad se vincula históricamente a la exclusión de género. Se busca motivar una observación inicial sobre esta materia en el medio artístico colombiano, en el contexto del Sur Global, generando un diálogo con propuestas surgidas en el panorama del arte latinoamericano.
La internet es un lugar que hoy en día hace compañía a la mujer lactante, quien busca información sobbre crianza y cuidado de lxs hijxs, respuestas que son cortas frente a la política y el debate público. Y es por este motivo que este proyecto curatorial es propicio para circular a través de la web. Ocupar ese lugar virtual como espacio democrático y colocar en el centro de la discusión la maternidad en el mapa de las decisiones públicas. La dificultad de inserción de la artista madre en el circuito del arte (exposiciones, residencias artísticas, curadurías, entre diferentes proyectos culturales), trae el parir sin la posibilidad de ofrecer un sustento económico a los hijxs, precariza y excluye del campo de la cultura. De igual forma el trabajo doble aproxima la sociedad a ciclos de olvido, abandono parental y violencia. Si tenemos en cuenta que los primeros cinco años de vida definen los ciudadanos del futuro (BARNETT-JONES, 2023), todo aquello que los países piensen para sí mismos en el largo plazo, se mide hoy en las acciones concretas destinadas a la primera infancia y el cuidado materno.
Migramos para ese nuevo mundo, de un cuerpo nuevo, adaptación, descubrimiento, llanto, afecto, leche. La artista colombiana Tzitzi Barrantes explora su obra desde el embarazo, la lactancia y los primeros años de vida, desarrollando un intercambio con Miel, su hija. Abordando un lenguaje simbólico que discurre a partir del vínculo con diversos elementos naturales como también con problemáticas sociales, ella elabora una posición clara a partir del lenguaje poético y el cuerpo como extensión de ideas, palabras e imágenes. Es curioso que el cuerpo en acción, el lenguaje performático, por más que en algunos momentos tenga algún tipo de visibilidad, en muchas situaciones permanezca en la periferia de las artes visuales. Y es justamente este lenguaje utilizado por minorías, mujeres, comunidad LGBTQIA+, etc. El cuerpo es un lugar menos docto, donde es posible expresar sin letras y pies de página, donde la universalidad del conocimiento no es necesaria como tarjeta de presentación, es un lugar común.
El cuerpo femenino en el arte occidental fue históricamente representado por hombres, las ‘Venus’, una madre que extrapola los límites terrenales. Como señala Ana María Palomo, “no existe apenas un embarazo, un nacimiento en la historia de la representación, el ciclo de vida parece estar oculta en el arte (…) en su mayor parte las madres en el arte occidental son vírgenes (…)”.1
1 PALOMO, Ana María. La maternidad en la creación plástica femenina – El caso de Ana Álvarez-Errecalde. Catalunya: Facultad de Educación, Traducción y Ciencias Humanas, Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya, 2015
Pensando en América Latina no podemos dejar de mencionar la blanquización que modifica las facciones negras, indígenas o cómo se construye ‘el otro’ en esa historia del arte, los papeles ocupados y representados. Borrando, transformando las personas en objetos, exotizando. En contrapunto a esa posición, las obras de Venuca Evanán, artista peruana, activista, representante de la comunidad Sarhua, se colocan en un papel que fue asociado tradicionalmente a un arte masculino. Al representar las costumbres andinas, su físico, abordando temas como la sexualidad, la violencia de género, el aborto, el cotidiano Sarhuino, ella cuenta su propia historia. La artista asume una tradición pero se niega a la pasividad en una actitud de entenderse como protagonista de un camino nunca interrumpido. Así como Yanaki Herrera, quien también pinta su propio parto. La artista migró a Brasil hace diez años, se graduó en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y desde entonces se dedica a la pintura. Crea sin olvidar sus influencias de artesana de parte de su madre. Los materiales que busca, papel, cartón, latón, recuerdan sus orígenes y en ellos también está su hijo. Cuenta sobre los deseos de una mujer migrante.
Por una cultura y educación patriarcal, la mujer ha tenido un trabajo históricamente relacionado al cuidado de los hijxs en su primera infancia. Momento que coincide con un punto crucial en el proceso formativo que impactará al niño y a la sociedad en la que vive. En el artículo ‘Representaciones de las mujeres artistas en Inglaterra’ (2019), Hettie Judah, crítica de arte y escritora, estudia los impactos de las desigualdades profesionales de las artistas mujeres en el Reino Unido. Se evidencia un mayor impulso en la escogencia del arte como carrera por parte de las mujeres, pero son los hombres quienes están en las colecciones de arte más importantes del país. Son quienes a su vez acumulan mayores exhibiciones individuales en instituciones y componen el cuerpo docente de las academias. Por más que Judah retrate la creciente equidad de género en el arte, es evidente la desproporción de los lugares ocupados por hombres y mujeres. El estudio de este tema en América Latina aún es escaso y se hace necesario para visualizar las diferencias en esta materia entre el Norte y el Sur Global.
En ‘La otra’, Natalia Iguiñiz, fotografía un contexto conocido visibilizando a quien cuida y a quien es cuidado. Empleadoras y trabajadoras domésticas son colocadas lado a lado exponiendo cuestiones de género, raza y clase. Con una larga trayectoria pensando el feminismo, la maternidad, lo público y lo privado, este trabajo realizado en los años dos mil continúa siendo una obra cuestionadora y actual. Graziela Kunsch por su parte, plantea la obra ‘Public Day Care’, una guardería parental para cuidadores y bebés de cero a tres años. Ella instala el trabajo en la ‘15º Documenta de Kassel’ (2022), un gran evento de la escena del arte contemporáneo internacional. Con ello la artista ubica en lo público un tema que generalmente habita la esfera de lo privado y una franja de edad que casi no es tenida en cuenta por las políticas públicas. Diseña y sitúa allí un cambiador de pañales, un lugar para la lactancia materna, un comedor para niños y un espacio acogedor para que los bebés puedan jugar y explorar. Esta interacción, convivencia, se vuelve obra y materia de discusión.
Construir nuevas narrativas parece importante en el feminismo negro y así viene trabajando Mónica Ventura. Aunque la maternidad no sea un lugar central en su obra ella la hace presente. Su trayectoria refleja ‘Luz Negra’, donde instala en letras neón la frase ‘Una mujer negra feliz es un acto revolucionario’. Pasado y presente transitan el hacer de Mónica. La calabaza, elemento recurrente en la obra de la brasilera, trae esa forma que recuerda un cuerpo embarazado y en la instalación ‘Sonrisa de Acotirene’, invoca una mujer importante en el Quilombo de los Palmares, el mayor lugar de resistencia negra donde se organizaban esclavos en Brasil entre 1580 y 1710. Sus consejos envolvían decisiones personales y político militares. La figura de la semilla y el consejo cruzan Acotirene y la calabaza, la misma que acompaña muchos cultos y rituales de religiones de matriz Africana, un rescate y afirmación que se hacen necesarios en la sociedad latinoamericana. Desde otro lugar andino, cusqueño, la escritora Claudia Núñez también teje en sus palabras la memoria del nacimiento de su hijo, desde las tradiciones que le acompañan, la acogen y aterrorizan, hasta los sonidos digitales de la lluvia que busca el sueño de esos dos cuerpos que se conocen. Acompañar con los ojos es fluido por el ritmo, y lo que se dice pasa a ser importante porque ella escoge sus comas, pausas, letras frescas asidas por una recién puérpera.
Y es en otras formas de escribir que también se encuentra el texto de Sylvia Suárez. Artista, profesora, investigadora, curadora y crítica, ella describe su jornada de doble lactancia de sus hijos gemelos. Tener que terminar un doctorado con dos bebés, lugar donde la academia no daba lugar, no comprendía y cobraba plazos de entrega. Sustituyendo una escritura rígida, ella junta esos dos espacios que parecían irreconciliables, donde un lugar parece que tiene que imponerse sobre el otro. ¿Cómo construir conocimiento donde se da la espalda a la vida y se llena de exigencias, colocando todo en normas y reglas?
¿Qué sentido encontramos en la descolonización si representa una pila de libros guardados y organizados en la biblioteca, sin ninguna relación práctica con las personas? Desburocratizar el pensamiento es también saber que el cuerpo necesita de espacio para digerir un tiempo de lactancia, un tiempo mayor que los tres meses de la licencia de maternidad, de entrega a lo que va a ser las próximas generaciones, que además de libro también necesita leche. O las violencias sobreviven silenciosamente en un ciclo atrás del otro.
Existen vivencias que están más escondidas que las tareas domésticas diarias, la doble jornada de trabajo de las mujeres, exclusión del mercado de trabajo. Y cuando quien cuida no es una madre, son dos madres, son dos padres, son transexuales, no binarios ¿Son cuidadores no incluidos en la cartilla tradicional de parentalidad?
Hacer visible, luchar contra las leyes, patrones socioculturales, se tornó una tarea diaria de Marcela Tiboni. Lesbiana, escritora, educadora y madre de gemelos junto a su compañera Mel. El texto que escribe para Puerperio habla de sus batallas en relación al silenciamiento estatal de una parentalidad no heteronormativa. ¿Qué vive una persona para poder cuidar de su propia hijx si no se encuentra dentro de una ley que la respalde? ¿De una lengua no adaptada a la diversidad de género?
Catalina Mosquera también lucha bailando, abre su propia ‘Fundación Artística Diokaju’, donde enseña y crea. Madre de tres niñxs, es formada en danza por la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB), investiga de qué forma la danza afro puede influir en su actuación como actriz. El sincretismo en el arte escénico y la danza afro contemporánea subvierten la lógica académica del arte dramático, que permite al actor una nueva forma de percibir el hacer teatral. Ese posicionamiento es consciente y fue creciendo junto a su activismo. Cuestiona los papeles dados a un actor y bailarín afro-colombiano, el estereotipo de que un negro baila bien porque eso “lo lleva en su sangre”, sin hablar de la técnica, el proceso, el estudio y la disciplina que esto implica. En la búsqueda de sus raíces, discute el racismo tanto en la escena cuanto en su papel de profesora, resistiendo como mujer, artista y negra que se mueve con las nuevas generaciones.
“Todos los días, todo el día, observo quince kilos, ciento cincuenta y tres gramos. Todos los días, todo el día, observo. Me pesan las manos más que la cabeza. Observo la capacidad de volverse gesto. Todos los días, todo el día, el que me habita afuera más que lo que me habitó mientras estuvo adentro. Observo. Mis ojos. Su fuerza para soportar tanta furia. Tanto llanto. Tanto amor. (...)”. En el vídeo ‘Anotaciones’, Carelyn Mejías cuida de su hijo, como un gesto cotidiano, una distancia que se da en repetir mecánicamente las tareas, ser extranjera de ella misma, ser extranjera en el país de su hijo. En contrapunto la cámara capta la ternura del niño, imitando, descubriendo el habla, el movimiento, buscando a la madre. Y en ese juego semántico el video va construyendo, con lo que oculta y lo que muestra, las contradicciones de la maternidad: cansancio y cariño, separación y mimetismo, soledad y complementariedad. Una artista, queriendo ser y expresarse, usando el recurso disponible que en este caso es la maternidad.
Finalmente, sé que podría estar hablando de ‘parentalidad’ para ser más inclusiva. Pero fue un proyecto con un tiempo de madre que se reduce. Pienso que todxs tenemos más para investigar, discutir, reconsiderar, re-observar, engordar. Y yo quería hablar de la teta que duele y endurece, de la vagina que se afloja y se hace pis después de un estornudo, del cuerpo que engorda y enflaquece. De querer tener las mismas oportunidades de un papá. De cualquier forma no me niego a ampliar lo que sé sobre otros contextos. Fue lo que pude hacer en éste momento, con un niño llamándome para jugar, preguntando por qué, teniendo crisis de no entender las diferencias de nuestras urgencias.
Ana Tomimori
Cachipay, Cundinamarca, Colombia.
2023