Artista visual e ilustradora. De raíces ayacuchanas, Evanán destaca por su particular aproximación a las tradiciones y expresiones artísticas de la comunidad Sarhua. Su obra aborda aspectos relativos a la reivindicación del rol de la mujer y la migración. En este sentido, es una difusora de la ilustración de tablas de Sarhua, habiendo conducido talleres de este arte en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú y el Lugar de la Memoria (LUM). En el año 2020 fue galardonada con el Premio de Arte Contemporáneo ICPNA.
Mi intención no es hacer quedar mal a los hombres andinos, en absoluto, pero no podemos negar de que existe violencia hacia las mujeres, sea andina, amazónica o de la ciudad. Existe mucha violencia hacia las mujeres.
Vivo en Lima, en Chorrillos y he visto en mi entorno cercano violencia de género. A mí me han violentado, por eso me divorcié. De repente no fue violencia física, pero quizá la forma de tratarme, la indiferencia, haciendo caso al individualismo, cosas que no deberían ser. Entonces yo decidí separarme. He visto en mi entorno maltrato físico, violencia económica, psicológica, sometimiento. Es más, cuando me casé una anciana de la comunidad se acercó y me dijo: “si tu marido te pega, déjate golpear”, ese fue su consejo. Y ahora entiendo la razón. Aquí nuestro estado es muy violento con las comunidades indígenas, más con las mujeres y los niños. En la comunidad no desean comisarías pues abunda la corrupción y a veces las mujeres para sobrevivir tienen que aguantar. Lamentablemente se normaliza la violencia. Lamentablemente al estado no le interesa la mujer, menos las mujeres del campo, las mujeres de las comunidades originarias. Entonces ese es un método de las mujeres para sobrevivir. Ahora entiendo mejor las cosas.
Si lo pinto, trabajo sobre este tema, porque considero que es algo que puede traer algún cambio a través del arte. Algunos me critican y dicen: “tu haces quedar mal al hombre andino, tu haces quedar mal al hombre en sí”. No es que todos los hombres sean violentos pero existe violencia y no hay que ocultarla. Y si a través de mis pinturas puedo denunciarlo, reflejar lo que viví, lo que vi y hacer reflexionar a las personas a través de mi pintura pues lo seguiré haciendo, así a muchos no les guste. Mi intención no es hacer quedar mal a los hombres andinos, en absoluto, pero no podemos negar de que existe violencia hacia las mujeres, sea andina, amazónica o de la ciudad. Existe mucha violencia hacia las mujeres.
Aquí en Lima nos llaman las “feminazi”. Pero no es así. Yo considero que debe haber un respeto mutuo, un valor, una estima. Todos, todas y todes, somos iguales y merecemos tratarnos con cariño y con amor.
Yo sé que hay un pintor que ha estudiado asistencia social. Él enseña la pintura a través del muralismo en el pueblo. Pero que se hable exactamente de racismo, no he escuchado. Una vez en 2019 estábamos en el pueblo y me decían los niños: “profesora, hagamos el color piel”. Y cuando hacían el color piel hacían un color blanco, casi rosado. Y cuando habían terminado yo les decía: “¿ese color piel es igual a tu color?” y el niño me decía que no. Así yo le comentaba: “échale un poco más de color, pues este es nuestro color piel, esta es nuestra herencia ¿verdad?”. Algunos también se ponían agua oxigenada en la punta de los cabellos para ser rubios. Y yo les decía: “¿Qué necesidad tienes de ser rubio si tu cabello negro es hermoso?”. No sé si en los colegios se hablé actualmente más de ese tema, pero no he escuchado que exista un movimiento que hable específicamente de racismo.
Esto es algo heredado, mis padres ambos son pintores. Mi trabajo había sido apoyarlos en el proceso de trabajo de la madera, en el proceso de pintura de los personajes, luego de los detalles. Al comienzo recibía la información de mi padre. Yo no vivía en la comunidad misma, pero él me relacionaba con ellos y con los residentes en Lima. Así yo recibía la información y la registraba. Un día, en 2018, dije: “yo no nací en Sarhua pero tengo esta herencia artística y cultural”. Entonces comencé a reflejar mis vivencias, mi entorno, a las mujeres migrantes. Ahí comencé a pensar en lo que faltaba, lo que no se había mostrado aún. Dije: “Voy a visibilizar a la mujer”. Pensé que la vida me estaba dando un mensaje porque mis padres querían que yo fuera hombre. Me tuvieron a los 42 años y yo salí mujer. La historia de las mujeres no ha sido muy visibilizada. Y allí encontré un vacío y pensé que era tiempo de mostrar mi trabajo, mis intereses como mujer, como heredera del arte, de mis padres de Sarhua. Y así empecé a usar ese medio para hacer escuchar mi voz.
Si mucho, me ha influenciado. Pinto esto en mis temas. Los que conocen mi trabajo siempre van a ver a una mujer con un bebé en la mano, en la espalda. Esto me representa. Yo soy divorciada y no recibo mucho apoyo. Tengo que pensar yo misma por mi hija. Así esté cansada o enferma tengo que seguir adelante porque los niños no entienden que no tengas un pan para darle. ¡Hay que darle de comer! Esto me motiva a buscar soluciones, a madurar y a hacerme responsable de mi actos. Por ello sigo avanzando, visibilizo la fortaleza de las mujeres con hijos. Eso es lo que voy plasmando. Tener una bebé me da mucha fortaleza y me ayuda a madurar.
Qué bonita pregunta. Disfruto lo que hago, es mi pasión, me gusta estar probando diferentes soportes, temáticas. El hecho de decidirme por la pintura me permite viajar, conocer diferentes personas, propuestas, información, culturas. Siempre le agradezco a mi papá por haberme enseñado lo que él sabia, pues así puedo viajar por el mundo, trasmitir mi voz. Yo también le dejo mis conocimientos y los de mi comunidad a mi hija. Ojalá pueda seguir en esta misión, con mucha visión para seguir avanzando, para conocer más países, más comunidades originarias. Para seguir aprendiendo, conectando con la tierra, con la naturaleza, con nuestra esencia como seres humanos. El arte me ha permitido canalizar diferentes tipos de emociones y sanar muchas heridas también.