Nació en Colombia. Es artista plástica, gestora cultural, mujer y madre de tres hijxs. Dos son inmateriales: “Encuentro de Acción en Vivo y Diferido”, festival de performance, que tiene quince años de existencia y “Accionarar”, Residencia Artística Rural en Anolaima, que tiene diez años de vida. Su tercera hija es de carne, hueso y vivacidad creativa, se llama Miel y tiene nueve años.

Ha realizado innumerables performance y proyectos en torno a la maternidad, la mujer gestante y el acto de parir. Entre ellos "Parto" (2012) durante el Festival de Performance de Varasanta; Proyecto "¿Qué nos hace nacer?" (2012) auspiciado por la beca “Residencias Artísticas Colombia-Argentina” otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia; Proyecto "Eclosión" realizado para aspirar al título de Magíster Interdisciplinar en Teatro y Artes Vivas de la Universidad Nacional de Colombia, entre muchas otras.

La forma en que celebramos la llegada de nuestra hija también fue a través de un performance inédito llamado “Semilla Nativa” (2013). Caminamos desnudos sosteniendo un letrero que decía: “Semilla a Bordo”, desde el Planetario de Bogotá hasta la Plaza de Bolívar en el marco de la “Marcha del Silencio”. Se trataba de una protesta por las semillas transgénicas que se le exigían a los campesinos utilizar, acompañado de todo el kit de pesticidas para las plagas atraídas por grandes monocultivos.

Miel, tu hija, siempre ha participado en tus acciones de performance, desde que estabas gestando. Ahora que ya está más grande ¿Cómo crees que ella percibe esta participación? ¿Cómo percibes este proceso?

La noticia y deseo de estar en embarazo llegó en los días previos a la presentación de una performance en la Bienal ‘Desde Aquí’ en Bucaramanga, Santander, donde el trato que tuvieron los organizadores de este evento no fue el más adecuado. Saber que ella estaba dentro mío me llenó de valor para hacer una performance-protesta a esta Bienal. Me coloqué una granadilla en el ano que a su vez sostiene un gran letrero que dice: “BOOM!! Esto es para la Bienal Desde Aquí, que no paga a sus artistas, pero no se queje que a los campesinos no les pagan por sus cultivos”. En ese momento varias carreteras del país estaban paralizadas por los campesinos que exigían un trabajo digno y garantías para su labor. Así que pensando también en que pronto tendría la responsabilidad de alimentar y cuidar a mi hija, este mal trato que tuve en esta Bienal no podía dejarlo pasar fácilmente, era un evento con presupuesto y muchísimos patrocinadores. Sin embargo, de mala gana solo pensaban pagarme el pasaje por tierra de Bogotá a Bucaramanga. Más que el dinero, la base de un encuentro con presupuesto o no, es el trato humano y comunicación asertiva que fue inexistente.

Este fue el primer performance de muchos que empecé, estimulada por la conciencia de que iba a ser madre. La forma en que celebramos la llegada de nuestra hija también fue a través de un performance inédito llamado “Semilla Nativa” (2013). Caminamos desnudos sosteniendo un letrero que decía: “Semilla a Bordo”, desde el Planetario de Bogotá hasta la Plaza de Bolívar en el marco de la “Marcha del Silencio”. Se trataba de una protesta por las semillas transgénicas que se le exigían a los campesinos utilizar, acompañado de todo el kit de pesticidas para las plagas atraídas por grandes monocultivos.

Considero que el proceso de incorporar a mi hija en mis acciones se ha hecho de forma muy orgánica y cada propuesta atiende a lo que pasa entre nosotras, la etapa de su vida, cómo me siento yo y qué reflexiones me van surgiendo. Las primeras performance después de su nacimiento respondieron a la misma necesidad y demanda de ella de estar pegadita a mí. Tenerla lejos, tanto para ella como para mí era algo impensable, así que los performance “¿Qué nos hace nacer?” (Argentina, 2014), “Leche y Miel” (Brasil, 2015) y “Fuera de servicio” (México, 2015) por ejemplo, indagaban sobre el hecho de nacer y el contexto en que se nace. De igual forma preguntaban por el mundo lácteo en que se convierte la madre con su bebé en los primeros meses de vida así como el momento en que consideré que era necesario finalizar ese ciclo, después de tres años de lactancia.

En ese orden de ideas siento que ella percibe su participación como historias de nuestro propio álbum familiar. Ella no los recuerda, pero hay fotos y narraciones sobre esos sucesos. Las colaboraciones que ha tenido ya más grande han sido esporádicas porque ya es un ser íntegro y autónomo con sus propios deseos e intereses. Mi motivación no es forzar ninguna participación, porque su autonomía me permite seguir colocando el foco en temas que me han interesado y que recurrentemente están en mi trabajo además de la maternidad. 

La última participación se realizó por su solicitud, porque percibo que le gustan las artes: danza, música y canto. Estuvo como invitada en la performance-instalación “Oscilaciones” (MAC - Bogotá, 2023) pieza realizada con la artista Tania Ausecha. Allí Miel y yo, dos generaciones, lavábamos y jugábamos, mojando grandes cúmulos de ropa suspendida en el espacio del Museo. Buscaba incitar a la reflexión sobre las labores domésticas, generalmente atribuidas a las mujeres, pero también al agotamiento que puede recaer en una madre soltera. De esta forma ella baña a su madre al finalizar la acción y así la libera de alguna manera.

¿Crees que hay una separación entre lo público y lo privado en tu trabajo?

Si, pero cuando en lo privado o el ámbito íntimo hay situaciones y reflexiones que van más allá de lo particular por tratarse de un sentir, indignación o pregunta colectiva, hay que hacerlo público. Por otra parte, si en el ámbito público hay algo que afecta incalculablemente lo íntimo también es importante colocarlo en discusión y hacerlo visible. En este último punto, de lo público a lo privado y nuevamente a lo público, les comparto la performance “La ropa sucia se lava en casa” realizada en Quilmes, Argentina (2012). Allí me coloqué en chanclas y guantes rosas (también aludiendo a que la sociedad atribuye lo doméstico a la mujer) en espacio público, donde habitan personas en situación de calle. Allí empecé a lavar piezas de ropa que desechan las mismas personas que la sociedad ignora y “desecha”. En su gran mayoría estas prendas fueron usadas como papel higiénico y botadas en el lugar donde le dieron ese uso. Yo las recojo y lavo públicamente haciendo uso del agua de una fuente pública, privatizada o de acceso restringido porque fue encerrada con una reja. Fui dejando toda esa agua negra, producto de esta ropa, en otro balde transparente. 
Mi vida privada como gestante y madre se convierte en material de investigación artística. Por un lado porque me interesa el cuerpo como campo de investigación-creación y mi cuerpo estaba cambiando gracias a ese proceso biológico. Y segundo porque la sociedad al parecer nos dice cómo ser madres, “buenas madres” y cómo criar a las/os hijas/os, etc. Entonces ser madre disidente, en el sentido en que puedo ser como yo quiera ser y llevar mi gestación, parto, lactancia y crianza desde el placer, es un acto de rebeldía. Pero también es un acto de empoderamiento del magnífico útero que nos conecta con la creación, no solamente humana.

¿De dónde viene tu interés por los procesos comunitarios y cómo lo conectas con tu trabajo?

Mi interés por los procesos comunitarios radica en mi infancia porque mis primeros recuerdos son en comunidad. Nací en Bogotá y recuerdo que a los cinco años hacía parte de un grupo de danza en el barrio de maestros del distrito. Mi sensación era que mi hogar no era solo mi casa sino que podía ir libremente por el barrio porque las amistades se extendían en todas las cuadras. Todas/os se conocían con todas/os y sus hijas/os sin dificultad se hacían amigos y pertenecían a este grupo de danza, tomaban clases en Batuta (música) o asistían al colegio alternativo al que yo iba. Sentía que las puertas de todas esas casas también estaban abiertas para mí y con la mayor confianza podía ir a jugar, comer y quedarme hasta el día siguiente. Esta red de padres tenían una buena comunicación entre ellos. Luego ya grande me enteré o comprendí que también hacían mercados grandes entre todos, para que saliera más económico o se apoyaban llevando a sus hijas/os y a las/os de los demás al colegio, etc. 

Sin embargo, a mis doce años mi familia cambió de barrio y perdimos comunicación con ellos, fue un cambio brusco empezando por el colegio nuevo que era más tradicional y restrictivo. 

Cuando entré a la universidad me di cuenta que me interesaba trabajar con el cuerpo a través del performance y que todos esos años en comunidad y procesos comunitarios del barrio me habían dado la confianza de presentarme frente al público. También añoraba esos espacios de compartir en comunidad, sean las comunidades que fueran. En el ámbito del colegio organicé el PROM “último viaje después de graduarse”; en el ámbito universitario conecté con diferentes generaciones de estudiantes, a los que invitaba a mi Encuentro de Acción en Vivo y Diferido – AVD. Por otro lado en el campo de la performance apoyé en gestión y producción en varios eventos como el Encuentro Hemisférico en Bogotá (2009). Allí conocí a varios artistas extranjeros y nacionales con los cuales seguimos en Red. En los Festivales conozco a tantos artistas interesantes con los cuales me conecto desde la empatía, que se han conformado varios colectivos como el “Continuo Latidoamericano de Performance” y el “Equipe Dislocada”. En el ámbito de la maternidad he pertenecido a colectivos como “La Vía Láctea” y “Maternidades Feministas Abya Yala”.

Cuando quedé en embarazo uno de mis primeros sueños era que mi hija pudiera vivir en comunidad. Quería que las redes de amistades fueran amplias y así fue como llegué de manera mágica a conocer a las “Mujeres Bachué”, un colectivo de mujeres y partero Muisca que asistieron a mi parto en casa, un parto orgásmico. Después y antes del nacimiento de mi hija, su padre y yo asistimos a las ferias de emprendimientos y talleres artísticos que organizaba esa comunidad. Fuimos parte de ella, aún lo seguimos siendo (no con la misma frecuencia), pero mi hija tiene amistades importantes con hijos que también tuvieron un parto humanizado.

Finalmente en el 2020, un mes antes de pandemia, conocí la huerta comunitaria "La Resiliencia". Con esta comunidad huertera hacemos actividades y talleres de todo tipo. En la ciudad de Bogotá existen más de doscientas huertas urbanas que fortalecen los tejidos comunitarios, donde el arte y la agroecología son indispensables.

A estos últimos los he involucrado en mis performances, he co-creado con ellas/os y también he traído a las huertas performance en el marco del Encuentro de Acción en Vivo y Diferido -AVD- y gracias a otros contextos y festivales.

Cuéntanos un poco cómo fue gestionar la "Residencia Artística Accionarar" y el "Encuentro de Acción en Vivo y Diferido – AVD" estando al lado de tu hija, principalmente en relación a su cuidado.

El Encuentro de Acción en Vivo y Diferido –AVD, surgió seis años antes de que mi hija Miel naciera, así que tuve una versión del AVD con ella en brazos. Ella tenía cinco meses de nacida, fue un reto muy grande pero increíble. Gracias a su presencia en el contexto de un taller de performance facilitado por la artista mexicana Elvira Santa María realicé la performance “Fuente” (2014) sobre la fuente del Chorro de Quevedo. Allí estableció su guarnición militar Gonzalo Jiménez de Quesada, antes de fundar la ciudad en este mismo lugar en 1538, el mismo lugar donde dicen que el Zipa Muisca observaba la Sabana de Bogotá. Esta performance abre la reflexión sobre el origen más allá de la marcación de una bandera de quien cree estar “descubriendo” un lugar. También invita a preguntarnos sobre el origen de la vida, el origen de nosotros mismos, el origen como especie.

A la edad de cinco meses mi hija participó desde su curiosidad en dicho taller y en los performance de otros artistas que se presentaron. Todas/os muy receptivas/os de acogerme a mí y a Miel comprendiendo nuestros tiempos y necesidades.

La Residencia Artística Rural ACCIONArar, surgió en el año 2013 al regresar de una larga Residencia Artística en Chela (Buenos Aires, Argentina). Desde la distancia pude reconocer con mayor claridad toda la biodiversidad, riqueza gastronómica, la diversidad de frutas, la majestuosidad de las montañas de los pueblos cercanos a Bogotá. Hacía unos años mis padres habían comprado un terreno en Anolaima el cual aproveché mucho haciendo videoperformance y proyectos artísticos personales. De regreso de ese viaje decidí vivir allí y convertirlo en la Residencia Artística Rural ACCIONArar que hasta la fecha continúa vigente. La noticia de que iba ser madre afirmaba más el hecho de vivir en el campo sin dejar de estar activa en el mundo de la performance y además abrir las puertas a otros artistas extranjeros y nacionales con el interés en incursionar en investigaciones-creaciones desde el cuerpo.

Trabajas principalmente con el cuerpo, siendo el cuerpo femenino, la maternidad y la vida tus ejes en tu trabajo performático. ¿Crees que en las artes visuales hay un prejuicio y una separación de este medio? ¿por qué?"

Cuando quedé en embarazo le conté a una ex-pareja con la que compartí muchos años de mi vida. Me sorprendió su respuesta que estaba teñida del “sentido pésame” porque según él mi vida se acabaría como artista. Para él, la labor de madre se reducía al trabajo doméstico y de cuidado, algo que tuvo que hacer su mamá y numerosas mujeres de su generación. Todas lograron una carrera profesional pero al momento de ser madres se relegaron únicamente a ser “amas de casa”. Este término es extraño, porque por un lado se otorga desde la noción de “soberanía” sobre un lugar: la casa. Por otro lado esta labor es invisible, no es remunerada y empieza a depender en gran porcentaje del poder económico de quien trabaja con un sueldo. 

Ese pudo ser uno de los primeros comentarios que recibí al volver, donde se veía de manera prejuiciosa la posibilidad de ser ambas cosas: madre y artista. Como mi trabajo se volcó de manera más intensa en los conceptos que ya venía trabajando como la sangre menstrual, el útero, la gestación, el brote de la vida y su analogía de la madre con la madre naturaleza, no podía separar esta estrecha relación de arte y vida: la performance que le da nuevo significado a la vida y la vida que reconfigura y potencia cada performance. 

Cuando realizaba la tesis de grado de la ‘Maestría Interdisciplinar en Teatro y Artes Vivas’ de la Universidad Nacional de Colombia, en algunas de mis performance en torno a esta necesidad y temática, escuché un comentario de una maestra diciendo que no le encontraba mayor importancia a hablar de ello cuando lo que habíamos tenido las mujeres era un gran avance al decidir no ser madres. Yo al contrario, considero que una cosa o la otra debe ser una decisión autónoma de cada quien, de cada cuerpa.

También en otra ocasión un maestro me decía: “esto es un universo íntimamente femenino que no convoca a los demás”. Yo pienso en lo increíble que es saber que todos nacimos de un vientre femenino y que además reflexionar sobre un hecho tan sencillo pero tan contundente como nacer es de suma importancia. 

Finalmente nació la tesis de grado titulada “Eclosión” y con ella una experiencia sensible con visores de realidad virtual. Las/os presentes al performance me veían a mí en un lugar totalmente oscuro, abriendo las piernas bajo una tela y camisa translúcida. Luego de ser atraídos por la mirada de mi hija en un video reproducido en mi celular que miraba fija y juguetonamente a la cámara, el cordón umbilical del celular (cable de los audífonos) era arrastrado nuevamente a mi cálida entrepierna. Allí les entregaba unos visores de realidad virtual donde los invadía también la oscuridad, se perdían allí, hasta encontrar una leve lucecita con la que jugaban los dos cuerpos de madre e hija (en holograma) por todo el espacio e investigando sus propios cuerpos. Esa fue nuestra despedida de tres años de lactancia. Finalmente se convirtió en un referente para otras madres artistas de la misma maestría que les interesó problematizar y dimensionar la maternidad. 

Este año 2023 fui invitada a ser jurada de la tesis “Perra que ladra invoca, prácticas para magiar nuestra historia” de Matilde Guerrero donde le da un lugar principal al maternar, al mismo tiempo que habla de las masacres de muchos hijos que no llegaron a sus casas en 1948 después del Bogotazo y tantos otros atropellos a la vida en nuestro país.