Artista visual y docente universitaria. Desde sus estudios de Pintura en la Pontificia Universidad Católica del Perú, PUCP (1990-95) y de la Maestría en Género, Sexualidad y Políticas Públicas en la UNMSM, su trabajo explora la construcción de discursos en torno a las concepciones de lo femenino, la sexualidad, el trabajo doméstico y las maternidades; así como la memoria histórica y la colonialidad del poder. Su trabajo se desplaza entre los espacios expositivos de arte, la intervención en el espacio público y el activismo feminista. Trabaja también en curaduría. (destacan la co-curaduría de la muestra permanente de El Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social y Trabajos maternos: desmontando el macho-lío-patriarcal), escritura y comunicación social. Su obra forma parte de importantes colecciones entre las que destacan las de los museos MOLAA, MALI, Museu de Arte Contemporanea do Rio Grande do Sul y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Es Mamá de Antonia y de Vicente.
Al inicio de mi práctica artística en relación a lo materno, me sentía bastante sola y desinformada, ninguna artista mujer que trató este tema me fue enseñada en los cursos de historia del arte, ni la vi en Bienales ni galerías, ni en libros o revistas.
En mi contexto y con lo poco que sabía de arte (fuera del canon occidental-patriarcal) en esos años, en que además recién empieza a masificarse la internet, el cambio a nivel de la noción de maternidad ha cambiado radicalmente. Lamentablemente no mucho la práctica. La conciencia, cada vez mas extendida, de como el modelo de maternidad en la familia nuclear patriarcal es una forma de opresión, no nos ha librado de tener, en la mayoría de los casos, una cantidad exorbitante de trabajo no remunerado con penalidades de diverso orden para desarrollar nuestro asunto vital propio. Tanto dentro de la misma experiencia materna, como en el mundo del trabajo remunerado y el poder.
Al inicio de mi práctica artística en relación a lo materno, me sentía bastante sola y desinformada, ninguna artista mujer que trató este tema me fue enseñada en los cursos de historia del arte, ni la vi en Bienales ni galerías, ni en libros o revistas. Hasta hoy tratar lo materno en las artes se percibe como un tema pasajero de mujeres y no como una experiencia universal. Sin embargo, hoy se publican y reeditan innumerables textos sobre los cuidados y lo materno, las exposiciones y plataformas van aumentando y las conversaciones se están ampliando. Las teorías y los activismos feministas han sido cruciales. De hecho me hubiese vuelto loca sin ese conocimiento y soporte.
La otra se aproxima desde el retrato a una realidad que condensa prácticas patriarcales, coloniales racistas y clasistas. Hacer esa serie me permitió identificar críticamente el lugar que ocupo en la pirámide de poder que discrimina, y también, profundizar en quienes han sido representadxs con nombre propio y quienes de manera genérica.
Esa serie fotográfica surge en el contexto de mi primera convivencia con una pareja varón. En mi cotidianidad doméstica empecé a imaginar que mis tareas no las estaba haciendo por amor sino por un salario, aunque cuando leí a Silvia Federici entendí muy bien que eso que llamamos trabajo por amor, también es trabajo no pago. Empecé a investigar sobre el trabajo doméstico remunerado y a vincularme con las organizaciones y sindicatos de “Trabajadoras del Hogar”. Después de varios ensayos fallidos hice una primera serie titulada “Retratos”, donde la persona era representada haciendo tareas domésticas pero su rostro (parte del cuerpo que condensa la identidad en occidente) era tapado por algún objeto involucrado en su quehacer. Cada retrato tenía el nombre de la persona, pero podíamos ver su oficio más no su rostro, esto en alusión a la invisibilidad de la que son objeto.
Sin embargo, al hacer esta primera serie tuve que negociar el retrato no sólo con la retratada, sino con la dueña de casa o empleadora. Sumado a esto mi ubicación en la pirámide social estaba en el campo de las empleadoras, ubicándome en relación a las retratadas como una otra y viceversa. Esto supuso en cambio en el proceso y me pareció más relevante mostrar esa relación de poder existente dentro del espacio doméstico que en si mismo ya está situado como subalterno, u otro, en la vida social.
La nueva serie se tituló “La otra” y consta de retratos fotográficos de empleadoras y trabajadoras del hogar, a tamaño real y con un enfoque que permita ver los más sutiles, pero por ello no menos profundos signos de diferencia de estatus. Las retratadas tenían como escenario la sala de la casa de la empleadora y como símbolo de lo que ella muestra a las visitas, un sillón de dos cuerpos. Las indicaciones para el retrato eran que estuvieran una al lado de la otra y que miraran a la cámara. Hay que decir que para los años 2000, no todas las trabajadoras del hogar tenían la familiaridad con el retrato de estudio (con iluminación artificial y sesiones relativamente largas) lo cuál podría haber influido tanto en una cierta incomodidad (siempre se hizo con su consentimiento y explicación exhaustiva del proyecto, y hubo varias empleadores y trabajadoras del hogar que no aceptaron). También menos cercanía a mí en términos de una amistad y hasta podría haber ocurrido algo de presión no explicita para aceptar el retrato, al yo ser conocida de la empleadora. Aun así las reacciones de las retratadas a las fotografías ya en la galería y en la prensa fue variada ya que la serie confrontaba también a las empleadoras, al visibilizar las diferencias raciales y económicas entre ambas, desarmando una solidaridad de género y mediando las relaciones de afecto.
En general en los últimos años hay mucha mas información y una visión más profesional de la práctica artística. Más ambición por una carrera, lo cuál tiene sentido, pero a veces pareciera que importa más que el sentido de lo que haces en tu práctica.
Hay una mayor conciencia de los temas relevantes para la vida social y sobretodo lxs estudiantes identificadxs como mujeres suelen cuestionar los cánones patriarcales y coloniales. Sin embargo pocxs participan en política, hay un gran hartazgo y cierta pasividad política. También percibo una mayor ironía y apertura a lenguajes y culturas visuales más diversas.
También desde la enseñanza, y quizás esto sea lo mas relevante, he acompañado y acompaño a personas con tanto talento y con tantas cosas relevantes que decir, que me mortifican las pocas oportunidades que hay para desarrollar una práctica continuada y promovida.
Recuerdo que en los noventas se me acuso de hacer un arte que ya había existido en los setentas y que mi práctica estaba trasnochada, también de hacer un arte sociológico, como algo negativo. Ya para finales de los noventas que empiezo a trabajar en intervenciones en el espacio público, los debates se ampliaron y las discusiones no sólo eran sobre los temas sino también sobre si era o no arte, si era o no feminista o incluso si era o no legal (en el contexto de la dictadura fujimorista).
Considero que, si bien en los últimos años se han retomado y cuestionado prácticas artísticas feministas de los setentas, hoy han multiplicado su alcance y diversidad. Me siento parte de una genealogía donde ahora puedo nombrar a mis abuelas, madres y hermanas. Si bien ante el avance las reacciones son más violentas, y las oportunidades distan de ser paritarias, es un momento nuevo con una gran potencia transformadora.
No considero que las categorías sean excluyentes y en todo caso no me preocupa mucho cuando algo se escapa de una o entra en otra. Ahora se habla de “Artivismo” también. Para mis las categorías son como los círculos de los diagramas de Venn, que se entrecruzan de diversas maneras en diversos momentos y todo el tiempo se contaminan unas a otras, ahí las posibilidades de algo con sentido.