Bailarina y actriz de Bogotá, Colombia. Madre de Oro, de Olofi y de Aaron. Maestra en Artes Escénicas con énfasis en actuación de la Universidad Francisco José de Caldas, Facultad de Artes ASAB. Junto a su carrera de actuación se ha desempeñado como bailarina, directora, coreógrafa y docente. Es codirectora de la Fundación Artística y Social “Diokaju Generación Arte Afro” en la cual lidera procesos de transformación y recuperación social mediante el arte, dinamizando metodologías para la investigación y creación artística en danza afro, danza contemporánea, actuación y medios audiovisuales. Este proceso lo desarrolla con niñas, niños, jóvenes, jovencitas y mujeres afrocolombianas mayores en la ciudad Bogotá y en el país.
Como actriz ha trabajado en los montajes teatrales y producciones cinematográficas de largometraje como “Puentes en el Mar” (Dir. Patricia Ayala 2021) y cortometrajes como “La visita de Simona” (Dir. Juan Ernesto Alfonso. 2020), “Chilbí” (Dir. Derby Arboleda. 2015) y “Corteza” (Dir. Paloma Nocnir. 2015.) En danza afro contemporánea, danza contemporánea y danza tradicional se ha vinculado en compañías, procesos de investigación y creación como: “Compantera”, “Sankofa Danza Afro”, “Zarabanda Danza Afro”, “Zajana Danza”, “Estantres”, “Cortocinesis” y Fundación “La vista”.
El activismo me dió otra familia. Fue en organizaciones colectivas, donde viví, donde comprendí el concepto de familia extensa, tan propio de los territorios afro de Colombia.
Para explicar los cambios que han ocurrido en mi cuerpo desde el nacimiento de mis hijos y de mi hija, debo empezar diciendo que mi hijo mayor tiene diecisiete años. Cuando estaba en la gestación de Aaron me encontraba en el cuarto año de Arte Dramático. Fue un embarazo de alto riesgo ya que podía estar en clase pero con el menor movimiento empezaba a manchar y me incapacitaban. Así fue hasta finales del séptimo mes. Cuando nació Aaron me realizaron una episiotomía y cuando el doctor me suturo lo hizo de la peor forma. Mis músculos y piel quedaron montados, produciéndome un dolor muy fuerte de manera permanente. Me subí dieciséis kilos, que pude bajarlos tranquilamente con la lactancia. Durante la gestación gane elasticidad que fue muy favorable para mi quehacer artístico. Mi vientre se decoro con algunas estrías, pero para mi ese momento fue muy fuerte. Esto sobre todo porque mi mamá hizo un comentario muy duro. Al ver las estrías de mi abdomen dijo: “¡usted! ¿qué tipo de negra es?”. Entiendo que eso es una noción estereotipada de cómo son vistas las mujeres de mi familia y obedece al patriarcado, al machismo que ha sido estructural en mi linaje. Esto desato un gran rechazo sobre mi cuerpo.
Con el nacimiento de mi segundo hijo Olofi, que hoy día tiene catorce años, tuve una oportunidad para dedicarme a la danza como interprete, directora y coreógrafa. En el embarazo de Olofi, bailé en varios proyectos y dirigí la ópera prima de nuestro grupo. La gestación fue muy tranquila, pero mi panza fue enorme y mi piel se estrío mucho más que con Aaron. El parto de Olofi fue en casa, nació en agua, acompañado por música de tambores y con la casa iluminada por velas. Con la compañía del partero y doctor, la dula y la enfermera. Un parto muy largo, muy agotador, un parto donde se me volvió a rasgar la cicatriz de la episiotomía anterior. Tuve mucho dolor, mucha sangre, pero estaba con mi bebe que nació en casa, con la compañía de mi compañero de vida y de mí mamá. Fui atendida con mucho amor.
Deseábamos que el parto de Oro fuera igual, que naciera en casa y en esta ocasión con la asistencia de parteras tradicionales del Pacífico colombiano. Estaban las parteras, mi amiga del alma que era la dula, mi mamá, mis dos hijos, mi compañero. La casa lista pero Oro no quiso nacer en la casa, nació en el hospital por cesárea, en medio de mucha violencia por parte de los médicos. Nació hermosa, pero no pude abrazarla, ni alzarla, ni ver los deditos de sus manos ni de sus pies, sino que se la llevaron sin darme explicación y me la entregaron dos horas después. Estaba entre llanto y un dolor intenso por mi chiquitina y los puntos de la operación. Una cesárea que no fue en la zona del bikini, sino de manera tradicional como la llaman, es decir, de forma vertical.
Mi cuerpo es el proceso de las tres gestaciones y de los tres partos. Se ha transformado muchísimo. Las estrías, la perdida de fuerza en el piso pélvico, las cicatrices por la episiotomía y los mas complejo, la perdida de fuerza abdominal por la separación de los músculos en la cesáreas. Evidentemente es una transformación significativa para mi, que ha hecho que asuma el entrenamiento corporal para mi quehacer artístico desde el lugar de la auto comprensión, del amor propio y luego desde la fuerza y “el rigor” que supuestamente se deben tener.
Creo que se puede crear y establecer un vínculo entre las ramas que ejerzo. En primer lugar las ramas de desarrollo hacen parte del arte escénico y esto permite un diálogo constante. Además, como grupo o compañía escénica desarrollamos una técnica que hemos denominado “Escenafro”. Esta nace a partir de la pasantía “La danza afro contemporánea como técnica de actuación”, otorgada por el Ministerio de Cultura de Colombia en el 2011. La realice en la “Corporación Cultural Afro Colombiana Sankofa”, dirigida por Rafael Palacios. Tratando de responder a los diversos cuestionamientos de la pasantía como: ¿Es posible crear una nueva técnica de actuación desde la danza afro contemporánea o será un nuevo estilo de teatro?, empecé a trabajar y a dirigir la atención a la calidad de movimiento que permite esta técnica de danza. Después de cinco meses de trabajo comprendí que esta disposición corporal que se desprende de esta técnica, permite adquirir herramientas nuevas y/o renovadoras para la actuación no solo a nivel corporal, sino en la emoción, en el acercamiento a la elaboración del personaje y por ende al nivel de la interpretación escénica.
“Escenafro” aplica una suerte de sincretismo entre dos lenguajes escénicos. Sustrae los elementos que brinda la danza afro contemporánea que se consideran útiles para la actuación como son la fuerza, la resistencia, su gran capacidad de disociación, su gran solidez corporal. Algunos de los parámetros que brinda esta técnica dancística, se puede decir que son parcialmente contrarios a los criterios académicos del arte dramático. Por ejemplo, generalmente la postura en el teatro dramático es vertical, erguida, mientras que la danza afro contemporánea la propone con la espalda en diagonal adelante, con las rodillas flexionadas. Estos elementos aplicados a la actuación le dan al actor una nueva manera de percibir el hecho teatral. Por otro lado, en el ámbito de la actuación, la investigación concentra su atención en la potencia interpretativa, como herramienta fundamental que promete el teatro, considerándolo de gran importancia ya que fortalece el sentido del movimiento, a través de la línea de pensamiento, la creación de un discurso personal, expresión verosímil de las emociones. Gracias a “Escenafro” el intérprete obtiene más material para comunicar y trasmitir mediante el movimiento.
“Escenafro” ha transitado de una técnica a un sistema que permite un entrenamiento integral en actrices/bailarinas, actores/bailarines. También es una herramienta de creación escénica y de formación.
Esto fue un proceso que se dio a medida que crecía, porque yo no sabía que era negra. Cuando me di cuenta que era negra, no quería serlo. Ha sido a partir de mi construcción identitaria como una persona afrocolombiana, que el arte se volvió mi aliado para reconocerme, aceptarme, fortalecerme y empoderarme.
Mi gusto por el arte empezó con la danza, desde pequeña, desde mi familia. La danza se volvió en mi lugar seguro desde entonces. Después, cuando estaba en el colegio la danza me acompañó. Luego en mis estudios técnicos, al salir el colegio estudie Administración Técnico Judicial. Es allí donde conocí el teatro, como un trabajo social. Debía trabajar en una organización afro que me avalara ante el ICETEX para poder acceder a unos créditos condonables, que cubrían el valor semestral de mi carrera. Empecé a conocer la danza, el teatro y también emprendí una formación política, como persona negra. Comencé a conocer mi historia y a descubrir quién era y quienes somos. Ha sido todo un recorrido que se ha despertado y se ha combinado alimentándose de lo escénico, de lo artístico con lo identitario y desde lo político. Esto me ha permitido trasegar en este camino.
Mi formación en el activismo se ha nutrido y creado a partir de convivir con unas comunidades y grupos de formación política como el CEUNA, La Colectiva “Matamba Acción Afrodiaspórica” y la “Batucada La tremenda Revoltosa”. En especial los dos primeros me han acogido, me formaron, aportaron desde mi experiencia y mi esencia. Desarrollando un trabajo recíproco, me han permitido conocer la historia, conocer las políticas a favor de las personas negras y afrocolombianas, saber quiénes somos, tener referentes políticos, conocer de líderes y lideresas negras que han sido fundamentales para el desarrollo de la nación, del mundo. Esto permitió ver lugares estereotipados, machistas, patriarcales, sexistas en los que estamos inmersas constantemente.
El encontrar una comunidad y ser parte de la misma, me brindo muchas herramientas en mi construcción como mujer. Compartir con mujeres que han realizado y hacen constantemente procesos de deconstrucción, procesos cotidianos de coherencia política - que es tan difícil -. Mujeres valientes, poderosas, frágiles, sensibles, que están a favor de visibilizar a otras mujeres negras. También en crear estrategias políticas, sociales, comunitarias, económicas, para garantizar los derechos de las mujeres negras vulneradas y abandonadas por un estado segregacionista y racista.
Encontrarme con estas comunidades hizo que más que compañeras por la reivindicación de derechos, más que estar en pie de luchas políticas, nos convirtiéramos en familia. El activismo me dio otra familia. Y fué ahí en estas organizaciones políticas, en estas organizaciones colectivas, donde viví, donde comprendí el concepto de familia extensa, tan propio de los territorios afro de Colombia. Esta familia de resistencia me enseño valores tradicionales y ancestrales que la ciudad le roba, le quita a una. Valores como la solidaridad, el cuidado mutuo, el valor del descanso, la escucha activa.
En estos espacios se crea una responsabilidad colectiva frente a la crianza, donde no es responsabilidad exclusiva de la madre o de la familia nuclear, sino que la crianza se vuelve también un ejercicio político colectivo. Sí, donde las compas ahora son madrinas, las tías políticas en este caso. Ellas contribuyen desde sus diferentes quehaceres, saberes y conocimientos a la crianza de estos niños, de estas niñas, que son importantes para el presente y el futuro.
Sí, creo que los cuerpos afro están en un constante prejuicio. Esto es cierto frente a las coreografías, a los papeles y roles que se designan en la televisión, en el cine y en el teatro. Es evidente que hay cuerpos de baile y grupos donde no hay una conciencia sobre lo étnico, donde sencillamente quieren usar el cuerpo de las personas negras para cosificarlo, para hiper-sexualizarlo, para usarlo. Por ejemplo hay ballets folclóricos donde interpretan el “Mapalé” (danza tradicional colombiana). Allí lo más expuesto son los cuerpos de las personas negras. Los ponen a bailar con taparrabos, para mostrar sus cuerpos desde un lugar más que erótico, sexual. Así consiguen vender una tradición desfigurada y estereotipada.
De un tiempo para acá he entrado en una reflexión sobre cuál ha sido mi lugar en las artes escénicas. He contado con la fortuna de estar en compañías de danza, grupos de actuación de personas afro quienes hemos decidido dignificar el hecho escénico desde la danza y el teatro. Lo hemos hecho desde un lugar de dignificación, de respeto, de amor al conocimiento propio y hacia el “otro saber”.
En los medios de comunicación, en los comerciales, en las revistas, se mostraban a las personas negras desde un lugar deshumanizador. Los comerciales de blanqueadores eran hechos por personas negras. Les asignaban nombres como “Blanquita”. Esos comerciales querían afirmar el lugar de la superioridad blanca y la inferioridad negra. Mostrar cómo con ese producto podría dejar lo negro y llegar a la pulcritud. Dejando ver la blanquitud como “lo bueno” y las personas negras en ese lugar de “lo malo” y sucio. Por otro lado, roles que históricamente se nos habían asignado en la televisión y en el cine eran o de personas esclavizadas o de prostitutas – hago la aclaración de que no tengo nada en contra de las personas que ejercen este oficio – pero es evidente que en ocasiones se vincula el cuerpo negro con lo erótico, como un cuerpo caliente, un cuerpo que es asequible, un cuerpo prostituible. También en el cine se presentaban las personas negras como los delincuentes, los ladrones, los asesinos, los aliados de los capos.
De un tiempo para acá se ha hecho conciencia. Inicialmente porque ahora hay directoras y directores negros en la televisión y en el cine que quieren contar sus propias historias. Desean exponer sus necesidades, las de los territorios, la vida que le corresponde a las personas negras y las que deseamos y tenemos el derecho de vivir. Por otro lado hay algunas/os directoras/es blancos y mestizos, que han decidido ofrecer a las personas negras el lugar de actrices y de actores. Donde no hay exclusivamente personajes para colores. Entonces narramos nuestras propias historias, contamos nuestras historias, actuamos nuestras historias y hay personas que son aliadas, que dirigen de una manera consciente, sensible. Escriben sin usurpar pero aportando. Ofrecen el lugar de respeto y dignidad que merecemos. En ese mismo sentido se establece un espacio donde entra la razón.
Sobre el cuerpo negro, claramente afecta mi práctica artística. Porque si a mí no me ven como una artista si no me ven como una mujer negra, me van a asignar lo que corresponde para las negras en las mentes de las personas racistas. No me van a dar un papel de científica, no me van a dar un papel de doctora, de enfermera o no van a contar la historia de bailarinas que han estudiado y se han preparado porque solamente se van a movilizar desde el lugar del estereotipo: “ todos los negros bailan bien porque eso se lleva en la sangre”. Pero no se va a hablar sobre la técnica, el desarrollo y el estudio, la disciplina que esto implica.