Aprender a amamantar fue necesario. Aunque yo confiaba profundamente en el saber del cuerpo, resulta que, como en todo, es muy diferente sentir la savia de la experiencia aumentar su caudal encuentro tras encuentro. La posibilidad de compartir experiencia se veía reducida porque amamantar mellizos requiere ciertas técnicas específicas y abre rutas experimentales diferentes de las de únicx hijx.
Mi mamá venía de una ruptura con las tradiciones del mamar, pues formó parte de una generación captada por las campañas de la leche de fórmula, campañas que mi abuela acogió de forma entusiasta, después de haber pasado algo más de 6 años amamantando a cada uno de sus seis hijos. Tuve que dar la lucha, y tuve que defender la opción de lactar ante mi familia, que, conformada casi exclusivamente por mujeres, me miraban con una mezcla de admiración y angustia por asumir la tarea.
Sin embargo lo disfruté. Aprendí las posiciones que me permitían amamantar a mis hijxs de manera simultánea, conocí la inexplicable e irreductible diferencia de su carácter, a partir de su forma de mamar, aprendí a manejar los tiempos para poder amamantarlos unx por unx las más de las veces. Aprendí en mi cuerpo la teoría política de Rancière (la política es la co-existencia de dos mundos en uno, la preservación de una comunidad del disenso) mientras sentía con claridad dos rutas afectivas entretejiéndose en mi sistema nervioso, haladas por dos hilos de leche que seguían cursos diferentes.
Amamanté a mis hijxs un año. Sé de mamás que lo hacen durante varios años más. Un año: 9 meses más de lo que duraba la licencia de maternidad. Yo estaba en una posición afortunada, puesto que en ese momento aún me quedaban seis meses de un crédito condonable que había ganado para realizar un Doctorado en Arte y Arquitectura. Recordaba la sentencia de la funcionaria de Colciencias que nos había dado la inducción al Programa de becas, dentro de la convocatoria denominada de forma rimbombante “La generación del bicentenario” ⎯Yo no sé por qué les da por embarazarse justo cuando tienen que terminar el programa. No hay ampliaciones del crédito por esta situación. Acaso pueden pedir plazo para entrar en el período de condonación, pero no se les va a dar ni un peso más.
Yo no sé por qué se «nos» da por embarazar«nos» al hacer el doctorado; tal vez sea el canto de cisne de un cuerpo femenino que, en mi caso, estaba llegando al período final de fertilidad, tal vez ese cuerpo se obcecaba en la búsqueda de cumplir un deseo abstracto que se había urdido sobre la piel desde tantos lugares de la cultura. Lo que sí sé es que esa misma cultura, ahora mostraba una faceta completamente diferente y «nos» daba la espalda a mis hijxs y a mí. No con violencia…más bien podría decirse que tornaba la mirada hacia otro lado con una condescendencia irritante.
Yo estaba en una posición desafortunada, por estar en una posición afortunada. La tesis debía ser entregada en el momento estipulado previamente, es decir, dentro de 6 meses, para no dañar la posibilidad de que me fuera condonado el primer 50% del crédito…el segmento de la condonación más seguro. Pedí 6 meses de plazo, lo máximo permitido para “casos de fuerza mayor” ⎯embarazo gemelar de alto riesgo, en mi caso⎯ sin afectar la posibilidad de la condonación, obviamente sin ampliación del monto del crédito. Tuvimos que usar todas las formas de lu(e)cha(e), razón por la cual al final de ese período llené el cupo de mi tarjeta de crédito comprando leche de tarro para complementar la alimentación de lxs bebés.
Ya me había reintegrado a dictar un curso en la Universidad para mantener aunque fuera ese pequeño ingreso, y así lo sostuve durante el primer año de maternidad, pues en todo caso debía terminar la redacción de la tesis doctoral. Los primeros seis meses, I M P O S I B L E. Amamantar lxs bebés requería entrar en una especie de entrega muy especial. Todas las células del cuerpo puestas en ello. La mente y el alma comprometidas. No eres una máquina dispensadora de lácteos, sino que amamantar es un acto de encuentro, una conversación atávica entre tus hijxs y tú, en la que tratas de decantar sólo lo mejor y más armonioso de tu ser. En una conversación en la que, para mí, entrar en una especie de silencio interior, un silencio receptivo, era crucial. Mi cuerpo hacía leche, pero, por algún tiempo, mi cuerpo leía con muchísima dificultad. La elaboración de la tesis tuve que suspenderla por 6 meses…y ralentizarla al máximo, por otros seis. Cuando mi hijxs cumplieron un año, dejé de darles leche materna.
Era septiembre 28 de 2016. Y en los lapsos en que ells dormían después de comer y jugar, aprender a levantarse, subir, bajar, caminar, hablar una jeringonza que yo quisiera recordar sonido por sonido para siempre, lapsos de 45 minutos a una hora, yo salía a un café a escribir a la mayor velocidad posible, completando palabra por palabra la escritura de mi programa de capítulos, que había venido estructurando a partir de la amplia documentación. Recuerdo contener las ganas de llorar todo el tiempo. Recuerdo no saber de dónde me venía la fuerza para no decaer, no dormirme, fingir ese diálogo con diversos artistas y escritores, y sobre todo con mi tutora del doctorado, Ivonne Pini, a quien debo el suelo que me permitió sostener el esfuerzo denodado de esos días. En la imagen que me sostuvo esos días en la redacción, mis hijxs estaban al final de una piscina olímpica esperándome, y yo debía dar brazada por brazada, palabra por palabra, para llegar a estar con ellos.
Desde esos días supe que debía “dividir” el espacio de mi profesión, del espacio materno. Me alejaba con fines prácticos, para poder concentrarme en la escritura, para regresar con toda mi atención volcada nuevamente sobre mis hijxs, y dejar la tesis allá, en la mesa del café, o en el interior de la pequeña carpeta verde en la que llevaba mi selección documental de la semana desde mi casa a la casa de mi abuela, desde donde mi abuela al café, desde el café a lo de mi abuela, 3 veces a lo largo del día, desde allí hasta mi casa, todos los días.
Recuerdo tener que aprender a caminar otra vez en ese recorrido. Encontrar poco a poco un nuevo y apenas temporal balance. Recuerdo tener por primera vez esa sensación de irme sin soltar el hilo que me mantenía unida a esos dos seres, que ya no llevo adentro mío, pero de quienes me es imposible separarme. Recuerdo el dolor o la punzada de cada paso. Algo que no quiero hacer. Alejarme. Lo debo hacer con fe. Recuerdo pensar en las muchas mamás que se deben ir todo el día para trabajar. Se me hacía un nudo en la garganta. Uno muy apretado. Un nudo en la garganta de gratitud por estar en una posición muy afortunada.
Recuerdo a David que me decía ⎯cogieron al Chapo, se escapó, lo volvieron a agarrar, y usted nada que acaba esa tesis. Un chiste que me aligeró el paso en la recta final de la escritura. La última noche de escritura, puesta en forma e impresión, la pasamos con el papá de mi hijxs, William, que me ayudó a poner en forma las notas al pie, con Liliana, que me ayudó a insertar las imágenes de referencia, y con su mamá, Inés, su hermana, Adriana, y su sobrino, Samuel, que nos ayudaron a cuidar lxs chiquis durante esa jornada. Fuimos a imprimir y anillar con Liliana, a las 4 de la mañana, en la bendita Comercial Papelera.
Entregué mi tesis en noviembre 18 de 2016. Último plazo aplazado de entrega para poder sustentar en 2017, como necesitaba, para evitar la sanción sobre la condonación del crédito. Espiral Revista de Artes y Letras. Un bastión del Arte Moderno en Colombia durante la Restauración Conservadora, es un texto en el que conseguí muchos de los aprendizajes que me impulsaron inicialmente a hacer el doctorado…muchos más, incluso, de los que soñé. Escribiéndola aprendí también, que los mundos de mi trabajo y de mi maternidad se repelían estructuralmente, no obstante la amabilidad de mis compañerxs de trabajo y de estudio. En nuestra cultura actual, la separación es tajante. La experiencia de la maternidad para una mamá trabajadora es irreductiblemente solitaria, porque no existen políticas que la protejan más allá de la migaja de los 3 meses de la licencia, y la simpatía, real e impostada, de lxs colegxs. Todos los espacios y normas existentes están orientados a la segregación de lxs hijxs de sus mamás. Al terminar mi período de lactancia, entonces, no sólo terminé la tesis doctoral, sino que la división o la gran brecha se había formado en mi cuerpo: dos continentes unidos/separados por océanos de incertidumbre, que surco todos los días para seguir siendo yo, sin dejar de ser yo.
Post scriptum: Quisiera agregar mi agradecimiento profundo para Ana Tomimori, quien me invitó a colaborar en Puerperio. Este es el primer llamado a contrabandear algo de mi experiencia como mamá al mundo profesional, y para mí ha sido muy significativo poder intentarlo. Gracias por llamarme, pues aunque deseaba profundamente participar desde que vi la convocatoria, no lograba hacer el tránsito de un espacio a otro…me has ayudado a verlo, me has dado ánimo para explorarlo, y has tenido toda la paciencia del mundo para no dejarme a lado del camino por mi gran timidez o temor de hacerlo. Espero que podamos profundizar más en este camino, desde formas inéditas de alianza que nos permitan divisar otros modos de estar y de hacer política desde los cuerpos. Gracias infinitas Ana.
Maestra en Artes Plásticas con énfasis en Historia y Teoría del Arte (Universidad Nacional de Colombia) y Magister en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad (Universidad Nacional de Colombia). En la actualidad estudiante del Doctorado en Arte y Arquitectura -Línea Historia del Arte de Colombia y Latinoamérica, es miembro del grupo de investigación Taller Historia Crítica del Arte y colabora con la Red Conceptualismos del Sur.
Entre sus publicaciones se encuentran el libro Transpolítico. Arte en Colombia 1992 – 2012 (co-autoría con Jose Roca), Duda y disciplina. Obra crítica de José Hernán Aguilar (2010), Génesis del Taller Experimental en la Universidad Nacional. Una cruzada por el arte contemporáneo en Colombia (2007). Se ha desempeñado como docente en distintas universidades del país y realiza proyectos como curadora e investigadora independiente.
La maternidad para mí fue una experiencia tremendamente solitaria, y creo que se relaciona mucho con el hecho de que los campos en los que yo trabajo, el académico y el artístico, son no tanto anti mamás como anti infancia.
Supongo que esta pregunta se refiere a la escritura profesional, como curadora e historiadora del arte, así que te respondo dentro de esa ventana. Yo empecé a escribir textos “curatoriales” desde cuarto semestre, mientras cursaba la Carrera en Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia. Esta escritura, que hice junto a Camilo Ordóñez, surgió por un proyecto de exposición que concebimos como una forma de asociarnos para exponer nuestros trabajos, y en ese sentido, dentro de una especie de horizonte de autogestión, si se quiere. Poco tiempo después, nos presentamos como colectivo a una Convocatoria para exponer en la galería Santa Fé, que todavía funcionaba en el Planetario Distrital. Bueno, yo diría que esa fue la primera vez que hice un texto para una exposición, 1645 horas. Después me fui inclinando cada vez más hacia el área de historia y teoría del arte de la Carrera, y desde allí empecé a sentir los profundos vacíos que había en cuanto a la escritura y la investigación histórica sobre el arte colombiano. Me sentí muy indignada frente a esta situación, y muy entusiasta con respecto a la posibilidad de contribuir a transformarla. Yo me formé en un momento de importantes cambios en el funcionamiento de las instituciones artísticas en Colombia. Siento que fueron años de una importante democratización del campo artístico, y esto nos permitió a mí, y a la gente de mi generación, creo, articularse aunque fuese brevemente a las plataformas de difusión del arte, al menos a las públicas, eso sí. Mi trabajo en el Museo de Arte de la Universidad Nacional, en el Museo Nacional de Colombia, como guía o monitora docente, fueron instancias muy importantes para mí en cuanto a este desvío que hice. Me dolía dejar a un lado mi trabajo como artista, pero también me sentía muy involucrada y satisfecha con el trabajo que hacía como investigadora, historiadora y curadora. Me emocionaba poder trabajar desde los bordes externos de mi individualidad, crear lecturas sobre lxs otrxs, imaginar sus circunstancias, ensayar hipótesis sobre los modos de operar de sus obras.
Desde el profundo vuelco que ha significado la maternidad para mí, yo diría que sobre las mujeres hay una presión tan enorme como invisible. Te voy a decir que me está costando muchisimo escribir al respecto, porque empiezo a contar muchas anécdotas y veo que me voy alejando de la pregunta…ahora me detengo a pensarlo y creo que lo más pesado en cuanto a este tabú es que efectivamente todo disenso se experimenta como algo tan íntimo, como una lucha personal, una falla personal, un sueño personal, que el potencial de traducirla a un terreno de interés público es muy difícil de alcanzar…para mí, al menos, en este momento.
Si tuve con quiénes hablar sobre mis emociones y mis dificultades en ese momento, fue con mi esfera más cercana de amigues, procurando siempre no pasarme de la raya con el tema…aunque creo que siempre lo hice, pasarme. La maternidad para mí fue una experiencia tremendamente solitaria, y creo que se relaciona mucho con el hecho de que los campos en los que yo trabajo, el académico y el artístico, son no tanto anti mamás como anti infancia. Si, como madre uno recibe algún reconocimiento de lxs otrxs, por el esfuerzo extra que realiza, pero los espacios, los tiempos, las dinámicas de las actividades públicas, la socialidad en general, son muy poco “childfriendly”.
Si encontré un principio de sororidad desconocido para mí hasta entonces, y eso ha sido crucial para sobrevivir intelectual y afectivamente en estos tiempos; pero este lo experimenté también como parte de mi esfera privada.
Desde mi orilla, mis colegas parecían esperar a ver si yo salía al otro lado de la represa o no. No con ganas de que me hundiera, pero sin tener muchas herramientas para colaborar. Me causa mucha incertidumbre, pero me atreveré a decir que el campo artístico y académico, en este momento, está diseñado para que uno viva su maternidad como una especie de “quién te manda”, rodeado de mucha amabilidad, pero de una estructura social que sólo ofrece el horizonte de aislarse de lxs hijxs, o de endosarlxs muy pronto al sistema educativo, o bien de marginarse unx mismx para estar con ellxs.
¿Tabúes? Tabúes entrecruzados y muy enredados, manifiestos sobre todo en una especie de “derecho implícito” para hablar sobre unx, sobre lo que hace o no hace, sobre su cuerpo, sobre sus decisiones, desde que unx se vuelve mamá. Es como si todxs estuvieran invitadxs a opinar, incluso sobre los aspectos más íntimos de la existencia y de los afectos de unx.
En primer lugar, el sistema laboral e incluso el académico no tienen la posición más comprensiva con respecto a la radicalidad de los cambios corporales y afectivos que la maternidad trae consigo. Yo sentí la necesidad de hacer un paréntesis, pero acompañado de una gran angustia frente a la posibilidad de perder los vínculos profesionales que hasta entonces había cultivado; por cierto tenía una beca de estudios doctorales, bajo la figura de un crédito condonable, que debía cuidar casi como otro miembro de la familia. Por fortuna para mí y para mis hijxs, esa historia terminó bien. En mi familia y la familia política de entonces, tendían a verme como una especie de freak por querer continuar con mi vida intelectual y prefesional, aunque en mi familia siempre me han halagado por hacerlos, escuchaba comentarios a menudo como “ahora sí le va a bajar a la estudiadera” y cosas así. Al final de mis primeros cuatro años de maternidad, terminé con la claridad de que mi vida, y yo con ella, nos quedaríamos divididas en varias parcelas por siempre. Parcelas con unas zonas de corte más que de frontera. Me alegró mucho tu invitación o convocatoria porque me da la esperanza de que quizás a partir de ella, yo pueda empezar a concebir una agencia distinta a la doble agencia que he venido cultivando hasta hoy.
Encuentro que es crucial concebir todas las relaciones posibles entre el por y el para, pues forma parte todo de nuestro reconocimiento como sujetos políticos.
Se me ocurre en este momento uno que es profundamente triste, pero igualmente iluminador, y es el siluetazo y el papel que las madres de la plaza de mayo jugaron en él. Así también el costurero de la memoria de las Madres de Soacha. Es brutal que justamente sea en estos casos tan devastadores de la historia reciente en los que pienso en este momento…pero me parece sintomático también en cuanto al reto de reconocer el enorme potencial de agencia política y cultural que podemos tener no sólo a pesar de ser madres, sino justamente por serlo.
También pienso en Gabriela Pinilla, que para mí fue una luz en cuanto a la maternidad múltiple y la posibilidad de integrarla a la vida profesional…creo que, aunque no se trate precisamente de quien haya realizado un proceso que convoque a varias muejeres-mamás, su forma de trabajar en el campo de la memoria le ha permitido problematizar e integrar este punto de vista en su obra.